martes, 24 de diciembre de 2013

Para que Jesús durmiera

Para que Jesús durmiera

La Virgen así cantaba:
-Por la frente de mi Niño
vuelan mariposas blancas
que trajo el ángel del sueño
cuando despuntaba el alba...

Era tan dulce su voz
que el aire se embelesaba
y el Niño, plácidamente,
se durmió sobre su falda.
(También se durmió José,
como un bendito, roncaba)

Alfredo Cortés

domingo, 22 de diciembre de 2013

Mirad como tiene frio

poesia corta desde España
Mirad cómo tiene frío,
mirad cómo rompe en llanto
y cómo busca cobijo
en el maternal regazo
este Niño de Dios Hijo
despojado de su rango,
que así viene a redimirnos
y a morir crucificado
por librarnos del estigma
del primigenio pecado.
Mirad cómo en este Niño
lo divino se hace humano.

Alfredo Cortés Camacho

Para que Jesús durmiera

poesia corta desde España

Para que Jesús durmiera

La Virgen así cantaba:
-Por la frente de mi Niño
vuelan mariposas blancas
que trajo el ángel del sueño
cuando despuntaba el alba...

Era tan dulce su voz
que el aire se embelesaba
y el Niño, plácidamente,
se durmió sobre su falda.
(También se durmió José,
como un bendito, roncaba)

Alfredo Cortés

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Oración de Paz: San Francisco de Asís


Oración por la paz de San Francisco de Asís

Donde hay odio, ponga yo amor.
Donde hay ofensa, ponga yo perdón.
Donde hay discordia, ponga yo unión
Donde hay error, ponga yo verdad.
Donde hay duda, ponga yo fe.
Donde hay desesperación, ponga yo esperanza.
Donde hay tinieblas, ponga yo luz.
Donde hay tristeza, ponga yo alegría.

lunes, 21 de octubre de 2013

Navidad Cuando tú llegas.


Navidad cuando tu vengas
espero que la tierra
se empape de tu paz
que el hambre ya no exista,
que las lágrimas de niños
se transformen en pan
que sus sollozos frenen el robo y la maldad
y nuestros políticos digan
por fin una verdad
Señor deja vivir a los que no tienen "ná",
y recuerdanos a todos que un dia cualquiera
puede ser navidad

FIRMADO: CVLL

domingo, 20 de octubre de 2013

Poesía corta de Navidad : Mirad

Mirad como tiene frío,
mirad como rompe en llanto,
y como busca cobijo
en el maternal regazo
este Niño de Dios hijo
despojado de su rango,
que así viene a redimirnos
y a morir crucificado,
por librarnos del estigma
del primigenio pecado.

¡Mirad como en este Niño
lo divino se hace humano!

Alfredo Cortes Camacho

sábado, 19 de octubre de 2013

Cuento de Navidad: El porqué de la Navidad


Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.
Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.
Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

Con este relato, les deseo con cariño una felicísima Navidad en la que el Niño Jesús les colme de bendiciones.

Javier López
Web Católico de Javier